El cuartito de atrás es donde suceden esas cosas que nadie puede saber. Es donde Tortoni prepara sus salsas secretas, donde el profesor Jones lee revistas sensacionalistas a escondidas de su esposa, donde Sandokan Brown elige su nariz del día o doña Ana Emilia Vásques Bueno de Ochoa Bermúdez (Neyita) conspira para tumbar al presidente. Todos tenemos un cuartito de atrás, trátese de un espacio físico al que muy pocos tienen acceso, o de un rincón de nuestra cabeza donde tratamos de esconder – hasta de nosotros mismos – esa locura que a veces se nos escapa.

El caso Tortoni

(...) Aquella noche de septiembre, poco antes de la hora acostumbrada, la concurrencia comenzó a mirar su reloj, esperando ansiosa y amaestrada, como el perro de Pavlov, a que dieran las siete, hora que usualmente marcaba el inicio del famoso desfile de Tortoni. Cuando finalmente las luces bajaron de intensidad, se escucharon las primeras notas del Invierno de Vivaldi y las bocas comenzaron a salivar.

Primero, las puertas batientes de la cocina del Giullio dieron paso a una sopa dulce y picante de frutos del mar, curry y tamarindo con leche de coco y lluvia de cilantro acompañada de chips de batata rosada, que logró encender la mirada de todos los caballeros presentes en la sala. Todos menos uno.

Luego, La Primavera dio la bienvenida a un rack de cordero marinado en hierbas de provincia sobre una salsa de ciruelas pasas acompañado de auyama rostizada, espinacas salteadas al wok junto con nueces y semillas de alcaravea garrapiñadas.

Más adelante, el Verano dio paso a una degustación de postres en miniatura hechos a base de frutas tailandesas y chocolates venezolanos y, por último, el Otoño dejó caer bandejas de quesos y licores diversos que aportaron los elementos que faltaban para lograr la explosión química que batió el record de orgasmos gastronómicos de la historia del Giullio. Aquella noche todos los comensales –todos menos uno– fueron seducidos y elevados hasta las cumbres del placer por “El amante del paladar”(...)

Masscult

(...) Jones comenzó a sustituir a Kant, Hegel y Nietzsche por novelas baratas, The Secret y Oprah Magazine. En su mente esgrimía toda clase de críticas contra esa producción cultural de pacotilla, pero las tardes se le pasaban rapidísimo ahora que tenía estas nuevas aficiones. Hasta su somnolencia crónica había desaparecido. En casa seguía siendo el mismo profesor Jones de siempre, el esposo cínico y el padre respetable, pero una vez que salía de su hogar y se sabía fuera de la vista de su familia, desviaba el camino; en lugar de irse a la biblioteca, se pasaba la mañana en Seveneleven hojeando diarios y revistas sensacionalistas.

Poco a poco se fue desconectando de su familia y sus amigos. Las largas discusiones sobre la irrefutable inexistencia de Dios o sobre el sentido último de la vida comenzaron a hacérsele estériles, aburridas y eternas. Cada vez que podía, Jones encontraba un pretexto para esconderse en el baño a leer alguna de sus revistas prohibidas (...)

Sandokan Brown

(...) Sandokan Brown nació hace treinta y tres años en California y desde su nacimiento fue motivo de atención por parte de la prensa. Su madre, quien ya tenía seis hijos, se hizo un tratamiento de fertilidad para tener uno más pero nueve meses más tarde dio a luz a ocho retoños. Los médicos esperaban sólo a siete, y por eso se sorprendieron cuando notaron que todavía quedaba un cuerpecito escondido entre el montón de pellejo en el que se había convertido el útero de la parturienta (...)

Pero bueno, Mariana

Ana Verónica espera impaciente dentro de su Mercedes plateado. Se está haciendo de noche y la situación en Caracas no está como para que una mujer ande por ahí sola, y mucho menos en pleno centro de la ciudad. Cada vez hay menos gente, menos carros, menos luz. El Mercedes está prendido, eso la tranquiliza. Si un motorizado se acerca más de lo prudente, pisa el acelerador y arranca. Mariana que agarre un taxi cuando salga, quién la manda a tardarse tanto. Hoy Ana Ve, como la llaman sus amigas, no se puso sus pantalones de lino ni sus tacones, en casa dejó las joyas -hasta el anillo de matrimonio- y la cartera Louis Vuitton. Cuando uno viene al centro tiene que estar preparado. Blue jeans, franelita y zapatos de goma (...)

Cirilo y el doctor

No, doctor, y me va a perdonar que le lleve la contraria a usted que es el que sabe, pero mi muchacho claro que está loco. Fíjese que cuando nació, no sólo mi mujer y yo, también la partera pensó que algo raro tenía ese bebé, porque le pegó y le pegó y Elisandro nada que lloró. Yo creo que por culpa de ese llanto que nunca llegó se me murió mi Maria Auxiliadora. De agotamiento, doctor, de purito agotamiento.

El precio de la libertad

(...) Soy miembro fundador del grupo "Mujeres del Bordado por la Libertad". Muchos nos han preguntado si tenemos relación con el grupo "Mujeres del Tejido por la Libertad". Es en este punto donde hago una pausa para relatar brevemente los hechos tal y como sucedieron.

Yo fundé el MBL (Mujeres del Bordado por la Libertad) hace ocho semanas con un equipo de siete valientes damas. Lamentablemente, como suele suceder en este difícil mundo de la política, las ansias de poder corrompieron a un miembro de nuestro fiel rebaño quien, al ver la influencia y la fama que nuestro grupo comenzaba a adquirir, y en particular el nombre de esta humilde servidora, quiso tener mayor protagonismo.

La señora, y lo digo con nombre y apellido para que vea que yo no le tengo miedo: Conchita Petit de Suárez Bello, dejando al descubierto su avaricia mediática y su sed de protagonismo político que ella cree podrán llevarla algún día a la silla presidencial, en un acto vil y digno de desprecio, comenzó a conspirar contra mi persona (...)

Los sueños de Ovidio Campoamor

Cuando al fin consiguió el balance emocional que durante cincuenta años había perseguido, comenzaron a atormentarlo los sueños.

Ovidio Campoamor era ingeniero de sistemas, ateo por experiencia y por convicción, escéptico de los más puros y, para no contaminar aún más el planeta, había decidido desde mucho antes de su primer matrimonio que no tendría hijos. Su carácter práctico le obligaba a tener un trabajo de ocho a cinco para comer y comprar, pero su curiosidad y su insatisfacción perennes no le permitían estarse quieto en la misma realidad por mucho tiempo...